imagen del artículo Autoestima y autoconcepto

Autoestima y autoconcepto

Estos dos conceptos se han vuelto parte de nuestro vocabulario cotidiano, incluso es común escuchar sobre tips para mejorar nuestra autoestima o trabajar nuestro autoconcepto, y aunque son cosas distintas, muchas veces están fuertemente entrelazadas.

1. La autoestima

La autoestima es la forma en que una persona se valora a sí misma y se siente digna de amor. Esta valoración se refleja en el cariño propio, en las características que apreciamos de nosotros mismos y que creemos que los demás aprecian.

2. El autoconcepto

El autoconcepto es la imagen mental que tenemos de nosotros mismos como personas. Está consolidado en la global opinión que tenemos de nosotros a partir de nuestras conducta, habilidades y características.

Juntos, el autoconcepto y la autoestima influyen en cómo nos presentamos ante el mundo y en cómo nos relacionamos con las personas que nos rodean.

La construcción de uno mismo

La autoestima y el autoconcepto se construyen a partir de los mensajes que recibimos de otras personas; de lo que hemos aprendido que es valioso, bueno, bello o verdadero, según la cultura en que vivimos, y a partir de nuestras propias experiencias.

La autoestima y el autoconcepto no dependen totalmente de lo que recibimos del entorno, ni simplemente de nuestra voluntad de amarnos o pensar distinto de nosotros mismos.

La autoestima y el autoconcepto, aunque suelen ser bastante estables, pueden cambiar. Cambian cuando celebramos la diversidad, más que generar una dinámica de comparaciones. Cuando cuestionamos las expectativas y los discursos sociales que encontramos en los productos culturales, en la publicidad o las redes sociales. Cuando apreciamos cómo nuestras diferencias suman. Cambian cuando nos abrimos a las nuevas experiencias y nos damos a nosotros mismos el beneficio de la duda o un voto de confianza.

El crítico interior

La autoestima, balanceada o no, siempre está en diálogo con un crítico interior, esa voz que nos observa en el día a día. Aunque esta voz puede ser amable y reconocer nuestro esfuerzo y logros, muchas veces suele estar enfocada en lo que se puede mejorar y obsesionada con estándares imposibles. Esta voz es la internalización de figuras de autoridad, como nuestros padres o maestros, que nos cuidaron y protegieron cuando fuimos más vulnerables.

Necesitábamos de su amor y cuidados para sobrevivir, y en algún momento nos dimos cuenta de que ellos también esperaban algo de nosotros, que para pertenecer a un grupo teníamos que cumplir con ciertas reglas. Por ejemplo, bañarnos, hacer la tarea, decir por favor y gracias … pero a veces también, entre estas expectativas se mezclaban sueños que no nos pertenecían, quizás que seríamos médicos como nuestros padres y abuelos o, tal vez, que nos gustaría tocar el piano. Entre tantas expectativas es inevitable decepcionar en algún momento.

Y como antes, adaptarnos a estas reglas fue la forma de buscar la atención que necesitábamos para sobrevivir, ahora, puede que aún nos de miedo la posibilidad de perder el amor si no agradamos. El crítico interior nos alerta de los peligros de fallar o de no caerle bien a los otros, y la autoestima sufre porque aprendió a amar gracias al amor que recibió primero de otras personas. Sin embargo, que el crítico interior nos reclame no quiere decir que, en realidad, estemos en peligro ni que seamos lo peor de lo peor. El crítico interior a veces juzga demasiado pronto, sin reconocer cómo ha cambiado la vida y las posibilidades.

Aceptación

Cómo nos pensamos y el valor que nos damos nos dan una posición frente al mundo. Solemos ser jueces duros con nosotros mismos. Es fácil caer en discursos dolorosos basados en nuestros miedos o aquello que no nos gusta.

Aceptarnos juega un papel importante en la construcción de quiénes somos. Fomentar el cariño y cuidado a todas las partes que nos conforman y no solo a aquellas que les damos valor nos lleva a sentirnos más cómodos.

Entendernos como un todo con atributos y áreas de mejora nos ayuda a tener un autoconcepto balanceado. Aprender a darle un lugar al error, a lo que no consideramos positivo, o a aquellas cosas que nos dan miedo, como parte de lo que nos conforma como personas, puede ser el primer paso para comenzar a trabajar en nosotros mismos.

La autoestima no lo puede todo

Ciertamente quererse a uno mismo nos ayuda a cuidarnos física y emocionalmente, y a cultivar una relación sana con nosotros mismos y nuestro entorno. Sin embargo, cuando pensamos en la autoestima como el remedio infalible, o la baja autoestima como el diagnóstico de una problemática, dejamos muchos factores fuera y podemos ser injustos. Al poner tanto peso en quererse más o mejor, no consideramos si hace falta información, habilidades o recursos. Tampoco exploramos el peso que factores económicos, políticos, legales, sociales y ambientales tienen en nuestro entorno.

Por poner un ejemplo, cuando pensamos que una mujer que sufre violencia de su pareja se queda porque tiene baja autoestima, asumimos un origen único y definido. ¿No podría la misma violencia que vive provocar una baja autoestima y entonces ser, más bien, efecto? ¿No hay una multicausalidad de la problemática que borramos por poner el foco en la baja autoestima? Por ejemplo, tal vez esta mujer aparenta sumisión porque es la forma para mantenerse a salvo en un entorno violento, ¿habría que limitarse el problema a su autoestima o considerar la falta de refugios y mecanismos de protección? Tal vez no se va porque la brecha laboral y salarial la deja en una situación económica muy vulnerable. ¿Qué tanto el problema es la baja autoestima y qué tanto la discriminación y la violencia económica?

Las formas de la baja autoestima

Las personas con baja autoestima suelen sentirse inferiores, pero la forma en que lo viven puede tomar diferentes formas. De acuerdo con el Centro de Consejería y Salud Mental de la Universidad de Texas suelen haber tres formas principales:

· El síndrome del impostor:la persona con baja autoestima siente que es reconocida por logros que en realidad no corresponden con sus conocimientos y habilidades. Siente que todo ha sido un golpe de suerte y que es cuestión de tiempo que los demás se den cuenta de sus fallas. El síndrome del impostor genera mucha ansiedad, que usualmente se manifiesta como perfeccionismo y la procrastinación.

· Rebeldía:la persona con baja autoestima se siente juzgada por otras personas y, entonces, aparenta que la opinión de los otros no le importan y devalúa o desafía la autoridad. La ansiedad se presenta como enojo o culpar a otros.

· Victimización: la persona con baja autoestima se siente vulnerable e incapaz de hacerle frente a las dificultades. Les genera ansiedad, pero se sienten insuficientes y entonces esperan que otros los guíen o los salven.

Si quieres conocer la fuente da click aquí

También te puede interesar