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Frente a la muerte inminente

Esta pandemia sin fin nos ha enfrentado a la muerte de una manera muy intensa, aunque no por ello, menos dolorosa. La muerte es el único evento seguro que tenemos los seres humanos; sin embargo, pocas veces nos preparamos para transitar lo mejor posible este paso. Miles de personas mueren diariamente por enfermedades, algunas crónicas y otras agudas, que además de afectar la salud física de los pacientes, quebrantan su estabilidad emocional.

Saberse enfermo y sin posibilidades de recuperación desafía a cualquiera, provocando diversas reacciones; todas variarán en forma e intensidad de acuerdo a cada persona, su personalidad, su crianza y valores, e incluso en cómo se haya lidiado con las pérdidas anteriormente.

Sin duda, vivir una enfermedad terminal conlleva un duelo, no solo para los familiares y personas cercanas, sino también para quien la está padeciendo. El duelo es el proceso de dolor que se tiene ante la pérdida. La persona que va a morir tiene la difícil tarea de dejar ir su vida, a todos y todo lo que le rodea y, a pesar de esto, estar en paz.

El acompañamiento respetuoso y amoroso de amigos y familiares de la persona que se encuentra frente a la muerte es un recurso invaluable de apoyo, por lo que es importante conocer las principales etapas del duelo:

1. Negación, inicialmente se da un rechazo a la realidad.

2. Negociación, se caracteriza por pensamientos o intenciones de hacer un pacto con el universo o Dios a cambio de preservar la vida.

3. Ira y enojo ante la realidad inminente de la próxima muerte, que surge del miedo o la tristeza.

4. Depresión, tristeza profunda o prolongada, que marca el inicio de la aceptación de la realidad.

5. Aceptación, cuando hay resignación o se da un consentimiento de la realidad y una elaboración de la despedida.

El proceso de duelo no se da de manera lineal, y no hay tiempo específico para cada etapa, por lo que nunca se debe obligar o presionar a la persona a acortar su propia experiencia en cada uno de los pasos.

Los acompañantes deben resguardar las emociones de la persona que está en proceso de muerte, con comprensión y aprobación incondicional, sin anular o minimizar sus emociones, elaborando su propio duelo y asumiendo que la muerte le da un nuevo sentido a la palabra existir. El reto de la vida y la muerte es la aceptación para que ambas trascurran de manera natural y armónica, para poder decir adiós con una sonrisa en el rostro y un corazón agradecido.

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