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De Prevención a Medicina Preventiva

A lo largo de la historia de la humanidad la prevención, en todos sentidos, está íntimamente ligada con la supervivencia. A través de la experiencia, los seres humanos aprendimos a cuidarnos de aquello que representaba una amenaza para nuestro bienestar, nuestra salud y nuestra vida. Inundaciones, animales salvajes, un rayo, el ataque de otro clan o tribu, etc. Se buscó, desde aquel momento, evitar todo aquello que implicaba un riesgo a la integridad del ser humano. Sin embargo, eran los albores de la civilización y había mucho camino por recorrer.

Las grandes culturas ancestrales, como India, China y Egipto, utilizaban rudimentarias medidas de higiene, formas de atender a enfermos y manejar cadáveres de modo preventivo para evitar el contagio y la propagación de enfermedades. Los antiguos hebreos, incluso integraron a sus ritos, que aún persisten, medidas enfocadas a preservar la vida y la salud. El padre de la medicina china, Huang Ti, dijo: “el mejor médico es el que ayuda antes de que aparezca la enfermedad”.

Los antiguos egipcios prestaron especial atención a la limpieza del cuerpo y de sus casas, era habitual lavarse por las mañanas, por la tarde y antes de cada comida. Hipócrates aportó el concepto de que la enfermedad no era obra de espíritus, dioses o demonios, sino consecuencia de transgredir las leyes naturales. Los romanos, además de que tomaron de los griegos algunas medidas preventivas, perfeccionaron sus construcciones con desagües, suministros de agua y baños públicos, lo que contribuyó a mantener un adecuado régimen sanitario. Galeno, médico romano que vivió del 129 al 200 d. C., concedió especial importancia a la prevención de las enfermedades mediante regímenes higiénicos.

Existen innumerables ejemplos como estos a lo largo de las primeras civilizaciones, lo que evidencia la preocupación humana por evitar un problema mayor en el futuro. Sin embargo, fue a partir del Concilio de Trento (1545-1563), y el surgimiento del Renacimiento, que se dieron reformas importantes en el arte y el saber, al adoptarse nociones de salud, del cuerpo humano y de la evolución de las ciencias y las disciplinas.

Fue hasta 1771 cuando inició la verdadera revolución de la medicina preventiva, a través de las vacunas, cuando Edward Jenner, a partir de unos experimentos que realizaba con gérmenes de la viruela que atacaba a la vaca, descubrió la vacuna de la viruela. Esto fue el inicio de una nueva era en la medicina; prevenir a través de inmunizaciones muchas enfermedades mortales o incapacitantes y evitar grandes epidemias.

En 1880, Louis Pasteur y Robert Koch descubrieron los "gérmenes" causantes de algunas enfermedades infecciosas, como el cólera y la rabia, y a partir de ellos se elaboraron las vacunas respectivas. En 1891, Emil Adolf von Gelming y Shibasaburo Kitasato, elaboraron las vacunas contra la difteria y el tétanos. En 1906, León Calmette y Camille Guérin inventaron la vacuna contra la tuberculosis. En 1954, Jonás E. Salk inventó la vacuna contra la poliomielitis, enfermedad que en México no se ha presentado desde hace varias décadas.

Todos sabemos que la medicina preventiva va mucho más allá de la vacunación, sabemos que la higiene adecuada, la alimentación equilibrada, los estilos de vida saludables y las revisiones médicas frecuentes, forman parte importantísima de la prevención para la salud, sin embargo, este fue un paso enorme.

Estamos en la era de la prevención. Hoy que la ciencia y la tecnología han avanzado hasta puntos inimaginables desde hace algunas décadas, hoy que sabemos que cualquier medida que tomemos antes vale más la pena que vivir las consecuencias de un desastre, una calamidad o cualquier eventualidad, hoy que estamos informados inmediatamente de todo lo que sucede en el orbe, no tenemos pretexto. Siempre es mejor prevenir y, en materia de salud, con mayor razón.

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