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De fumador a atleta

Cuando somos jóvenes o adolescentes, algunos pensamos que la vida es para siempre y lo creemos realmente porque nos sabemos fuertes, con energía y nuestro cuerpo se encuentra en perfectas condiciones. Creemos que la salud nos va a durar toda la vida, pero pronto te das cuenta de que no es así. Cuando alcanzamos los 30 o 35 años descubrimos que el cuerpo nos comienza a fallar, sobre todo a quienes decidimos dedicar gran parte de nuestro tiempo a labores de oficina, que no requieren gran movilidad. Ya no saltamos o corremos como antes, nos cansamos con facilidad y nos lesionamos. Y no se diga de aquéllos que decidimos dejar el cigarro después de varios años de fumar y nos dimos cuenta de que teníamos los pulmones casi inútiles; ése es mi caso.

Para mí se había convertido en algo casi común el toser por las noches, tener fuertes dolores de cabeza y una notable disminución en la energía corporal, cosas que yo atribuía a factores externos, como la contaminación, el exceso de trabajo y el estrés. Un día decidí jugar con mis hijos fútbol y no les pude seguir el paso ni por cinco minutos. Fue en ese momento en el que me di cuenta de lo deteriorado y abandonado que tenía a mi cuerpo. Ese momento despertó en mí una pregunta: ¿Por cuánto tiempo más o en qué condiciones gozaré a mis hijos?


Esa misma semana decidí dejar de fumar, cosa que no es fácil para alguien con más de 20 años pegándole al tabaco, y empecé a nadar, ya que es algo que siempre me gustó hacer. En un principio nadaba 50 metros y sentía que se me salía el pulmón, pero me di cuenta de que los días que nadaba no me quedaban ganas de fumar, así que lo tomé como una terapia de ayuda para dejar el cigarro. Después de un par de meses ya lograba nadar hasta 400 metros sin parar, y lo hacía a buena velocidad, porque siempre se me había facilitado este deporte.

Un día un amigo, al verme nadar, me comentó que habría un triatlón en Veracruz y que existía una categoría de distancias cortas, sin pensarlo me inscribí a la competencia en la modalidad de esprint. Invité a mi socio y gran amigo, quien ya hacía algo de deporte y sin dudarlo también se inscribió, pero a una categoría de mayor distancia. Así comencé a entrenar sin saber que en poco tiempo ese deporte se convertiría en una de mis más grandes pasiones, y no sólo eso, también era la puerta para recuperar completamente mi calidad de vida, y visualizarme por mucho tiempo y en buen estado, al lado mis hijos.

Comencé a correr y compré una bicicleta una semana antes del evento. Evidentemente el primer triatlón que hice, aunque era de corta distancia, para mí fue como de ultra larga distancia. Salí del agua en una buena posición y en la bicicleta me pasaron unos 400 ciclistas y, para rematar, en la carrera pedestre otro tanto. Terminé en muy mala posición, pero lo logré, al final de cuentas terminé, crucé de pie la meta. Ese pequeño gran estímulo se convertía en el motor de lo que hoy me ha llevado a pensar que mi cuerpo me puede dar mucho más.

A tres años de haber decidido abandonar el cigarro, y habiendo competido en más de 30 triatlones de diferentes distancias, me perfilo hoy para hacer mi primer triatlón en la modalidad de IRONMAN, donde se nadan 3,900 metros, se recorren 180 kilómetros en bicicleta y se corren 42 kilómetros. Eso que fue en su momento algo impensable, es hoy algo que me llena de miedo e incertidumbre, pero definitivamente un miedo y una incertidumbre infinitamente menor al que sentía cuando decidí comenzar esta aventura.

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