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Bacteriófagos, una alternativa a los antibióticos.


Bacteriófagos, una alternativa a los antibióticos.

Los bacteriófagos, también conocidos como fagos, son virus que infectan y destruyen bacterias de manera específica. Descubiertos a principios del siglo XX, han despertado un renovado interés como alternativa a los antibióticos debido a la creciente resistencia bacteriana, un problema global que amenaza la efectividad de los tratamientos convencionales. Mientras que los antibióticos son compuestos químicos que actúan de manera general contra bacterias, los fagos tienen una capacidad única: atacar sólo a cepas bacterianas específicas, dejando intactas otras bacterias benéficas y a las células humanas.

El funcionamiento de los fagos es sencillo y eficaz. Al entrar en contacto con una bacteria objetivo, se adhieren a su superficie e inyectan su material genético. Esto convierte a la bacteria en una fábrica de nuevos fagos, lo que eventualmente lleva a la ruptura (lisis) de la bacteria y la liberación de más fagos para infectar a otras bacterias similares. Esta precisión es una ventaja significativa frente a los antibióticos, que muchas veces eliminan indiscriminadamente tanto a las bacterias patógenas como a las benéficas, afectando el microbioma.


El uso de bacteriófagos en la medicina no es un concepto nuevo. En la década de 1920, antes de la aparición de los antibióticos, se utilizaron en algunos países para tratar infecciones bacterianas. Sin embargo, el descubrimiento de los antibióticos desplazó a los fagos debido a su facilidad de producción y amplio espectro de acción. Hoy, con el aumento alarmante de bacterias resistentes a múltiples antibióticos, los fagos están siendo reconsiderados como una opción viable, especialmente en casos donde los tratamientos tradicionales han fallado.

Un ejemplo destacado del uso de fagos es el tratamiento de infecciones crónicas, como las causadas por Pseudomonas aeruginosa en pacientes con fibrosis quística, o las infecciones por Staphylococcus aureus resistente a meticilina. En algunos casos, terapias basadas en fagos han logrado resultados positivos donde los antibióticos no habían tenido éxito. Además, los fagos pueden ser combinados con antibióticos para potenciar su efectividad y reducir el riesgo de resistencia.

A pesar de sus ventajas, el uso de bacteriófagos para tratar infecciones tiene desafíos. Uno de los principales es su especificidad, ya que un fago sólo afecta a un tipo particular de bacteria. Esto significa que se necesita identificar exactamente cuál es la bacteria causante de la infección antes de iniciar el tratamiento.

Aunque la implementación de los fagos a gran escala requiere superar retos de diversas índoles, representa una esperanza ante la grave crisis de resistencia bacteriana a los antibióticos.