
Las hormonas del hambre y la saciedad

El hambre, la saciedad y el almacenamiento de grasa son reguladas por una sincronía de hormonas, procesos neurológicos y señales metabólicas, que tienen su origen en la evolución del ser humano, y cuyo objetivo es la supervivencia. Las hormonas interactúan con intestino y el cerebro, especialmente con el hipotálamo, para proteger las reservas de grasa del cuerpo y mantener el peso corporal lo más estable posible.
Algunas de estas hormonas están influenciadas por factores genéticos, mientras que otras se ven afectadas por el estilo de vida, ciertas condiciones médicas o cambios en el peso o la composición corporal.
Las principales hormonas que influyen en el hambre y la saciedad son:
- Leptina: las células adiposas (grasa corporal) de todo el cuerpo segregan leptina para señalar saciedad y reducir el apetito y el consumo de alimentos.
- Grelina: llamada la «hormona del hambre», es producida por el estómago y sus niveles son altos justo antes de comer, y caen después de una comida.
- Colecistoquinina: Se produce en el intestino después de comer. Favorece la digestión, al ralentizar el tránsito de los alimentos, incrementando la liberación de líquidos y enzimas del páncreas, para metabolizar grasas, proteínas y carbohidratos. Además, incide en la sensación de estar lleno y reduce el apetito.
- Insulina: Es segregada por el páncreas tras un aumento de la glucosa (azúcar) en el torrente sanguíneo, y ayuda a que las células la utilicen como energía, además de favorecer la sensación de saciedad.
- Cortisol: conocida como la hormona del estrés, incide en la regulación del metabolismo. Los niveles basales altos de cortisol están asociados con un aumento del apetito y un mayor almacenamiento de grasa corporal.
- Péptido similar al glucagón-1: se libera en el intestino después de comer, e interactúa con receptores cerebrales para desencadenar la saciedad y ralentizar la digestión, prolongando la sensación de saciedad.
- Polipéptido insulinotrópico dependiente de la glucosa: se produce en el intestino delgado después de comer y aumenta los niveles de insulina, lo que estimula la producción de glucógeno y ácidos grasos que inhiben la descomposición de las grasas.
El sistema regulador del hambre y la saciedad es un mecanismo complejo que gobierna el impulso fisiológico de comer, así como la sensación de saciedad después de comer. Este sistema ha evolucionado durante milenios para garantizar la supervivencia del organismo, manteniendo el equilibrio energético y favoreciendo una función metabólica óptima.