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Las heridas de la infancia y los dramas del adulto

Existen cinco heridas muy comunes que dañan a los niños desde su más tierna infancia, y de estas heridas se suelen desarrollar dramas a través de los cuales vivimos en la etapa adulta. Es importante conocer estas heridas, para evitar dañar a los niños que tenemos a cargo, así como ubicar nuestras propias heridas, para poder hacer algo al respecto y dejar de alimentar nuestros dramas. Negar el dolor que traemos cargando en el corazón solo lo amplifica.

Heridas de la infancia

- Abandono: Cuando no se atienden las necesidades básicas del niño en tiempos correctos. Cuando se le deja con hambre, cuando se le deja llorar por horas, cuando no hay un adulto responsable que esté con él, o no le importa a alguno de los padres o a los dos. Cuando alguno de los padres abandona física o emocionalmente al niño.

- Rechazo: Cuando mamá o papá rechazan al niño. Es cuando se le dicen frases como: “Debiste haber sido niño(a)”, “Qué feo eres”, o se le empuja cuando el niño se acerca cariñosamente.

- Anulación: Cuando el niño recibe frases constantes como: “Tú no puedes”, “Cómo crees que alguien como tú va a lograr eso…”.

- Sobreprotección: La sobreprotección es un tipo de violencia disfrazada de “buenas intenciones”. Es muy destructiva, porque el mensaje que el niño percibe es que no puede con su vida. A través de la sobreprotección no dejamos al niño ser, hacer y experimentar. Los padres suelen anticiparse a los deseos del niño y no lo dejan hablar por sí mismo, ni contactar sus verdaderas emociones.

- Violencia física y/o psicológica: La violencia psicológica se ejerce al agredir, humillar, ofender, comparar, amenazar, intimidar o burlarse. La violencia física es golpear o lastimar de alguna manera el cuerpo del niño. Con la violencia se deja al niño sin piso, no tiene de dónde sostenerse para aprender a bien vivir.

Con cualquiera de estas heridas se deja al niño sin recursos personales para enfrentar la vida, lo que provoca, al paso de los años, lo que denominaremos dramas del adulto, entre los que podemos mencionar:

- Drama de víctima: Es el adulto que vive quejándose de todo, pero no hace nada por cambiar de vida. Culpa de todo a los demás. No asume la responsabilidad de su vida. Vive a través del miedo. Vive cubriendo las necesidades de los demás, no las suyas. Usa frases como: “Todos me tratan mal”, “Nadie me ayuda”. Suele lamentarse constantemente, así como hablar de enfermedades.

- Amedrentador: Es el adulto agresivo, que suele intimidar a los otros y generarles miedo a través de violencia física o verbal. Suele vivir de mal humor. Esta persona tiene mucha inseguridad, y por eso requiere generar miedo en los demás, para que le hagan caso. Pone una distancia emocional porque suele sentirse mal y está muy enojado.

- Evasivo: Es el adulto que no se compromete, al que se le olvidan las cosas: “¿Ah, era hoy?”, “Se me olvidaron las llaves”. Es la persona que queda en llamar y nunca llama, a quien de repente nadie puede localizar. Suele tener una comunicación confusa y basada en mentiras. Genera mucho dolor y desesperación alrededor.

- Interrogador: Es el adulto que no confía en nadie y todo lo pone en tela de juicio. Es una persona que suele hacer y hacer preguntas, al grado de fastidiar a los demás.

Un mensaje final para los padres es que confíen en que sus hijos pueden con su vida, honren su destino y la fuerza que tienen para enfrentarlo, y de esta manera estarán inyectando dignidad y fuerza a niveles profundos. Es muy importante que los adultos atiendan sus heridas personales para poder dejar de alimentar los dramas y evitar seguir una cadena de malas costumbres y mal trato, generación tras generación. El que las cosas se hayan hecho de cierta forma por años no quiere decir que estén bien hechas, sobre todo cuando generan dolor y sufrimiento. Los malos tratos van debilitando al otro y minando su voluntad, van aniquilando su autoestima y su alegría… es muy cruel que los adultos vayan borrando la sonrisa de la cara de los niños, y el brillo de sus miradas.

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