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La importancia del apego en las primeras etapas de la vida, según estudios neurocientíficos

En amplios estudios neurocientíficos alrededor del mundo se ha estudiado la importancia de la presencia activa de la madre (o un cuidador cercano y afectuoso) durante los primeros años de vida. Gran parte de la investigación de neurociencia en laboratorio se ha centrado en los impactos de las adversidades de la vida temprana en el desarrollo del cerebro. Y la separación materna -la separación de los jóvenes de la madre- es una de las adversidades más drásticas que se ha estudiado. Sabemos que puede producir cambios profundos y duraderos.

Por ejemplo, los estudios en niños rumanos que fueron criados en orfanatos en el siglo XX han proporcionado conocimientos sobre el crecimiento y el desarrollo humano. Los investigadores estudiaron a los niños cuando fueron admitidos en el orfanato, cuando fueron adoptados, y posteriormente en la vida, incluyendo pruebas de comportamiento e imágenes cerebrales.

Descubrieron que los logros académicos y el funcionamiento general de los niños se vieron afectados. También encontraron que, aquellos que fueron adoptados antes de alrededor de los 2 años, tenían alguna posibilidad de revertir los efectos del trauma de separación, pero que aquellos que fueron adoptados posteriormente sufrieron cambios irreversibles en sus imágenes cerebrales.

En experimentos con roedores, los investigadores han encontrado cambios en la maduración de las estructuras cerebrales y cambios en el comportamiento a medida que las crías crecen, tras ser separados de sus madres a temprana edad. Otros estudios han analizado lo que sucede cuando los primates juveniles están aislados, encontrando cambios duraderos cuando la separación ocurre en esta etapa.

Tanto en los roedores como en los primates, incluidos los humanos, los jóvenes no nacen con todas las funciones que necesitarán para la vida; necesitan desarrollarlos a través de las interacciones con los demás. Y si se ven privados de eso, es posible que nunca se desarrollen adecuadamente. En los niños, esto puede incluir desde el habla, hasta las funciones sociales, tales como confiar en los demás o comportarse en un grupo. Todos los pequeños comportamientos que nos convierten en lo que somos como especie social deben ser adquiridos, y para hacerlo necesitamos apegos seguros con quienes nos rodean.

Otro ejemplo significativo es que, tanto en niños criados en orfanatos, como en roedores separados de sus madres en un laboratorio, las estructuras de procesamiento de amenazas en la región de la amígdala del cerebro maduran mucho más rápido de lo normal; se vuelven independientes en su respuesta a una amenaza percibida o real, y no pueden distinguir situaciones ambiguas. Pueden interpretar las situaciones como amenazantes cuando no lo son, y sus respuestas en situaciones estresantes pueden ser exageradas.

La investigación en humanos y animales ha demostrado la importancia de las señales de apego: las formas de reconocer a un cuidador como un padre por vista, voz, olor o tacto. Estas son señales de seguridad, y cuando un animal o niño tiene esas señales, se siente seguro.

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