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Dime cómo dialogas y te diré cómo te relacionas con tu familia

¿Cuántas veces al día oímos o realizamos diálogos que no solo no cumplen con su propósito, sino que además cierran los canales de comunicación entre nosotros y nuestros hijos, empeorando la relación? Pongamos un ejemplo:

Mamá: ¡Juan, estoy harta de decirte todos los días lo mismo!

Juan: Si, MA, ya voy.

Mamá: ¿Qué no te das cuenta lo cansada que estoy? Eres un flojo y egoísta. ¿Cuándo piensas obedecer y hacer lo que te toca?

Juan: Ahorita.

En cualquier diálogo debemos cuidar el qué digo, el cómo lo digo y para qué lo digo, para que este sea eficaz. Analicemos la conversación anterior: la mamá no pidió claramente lo que esperaba (qué digo), chantajeó y ofendió al hijo (cómo lo digo) y no consiguió que el hijo lo hiciera (para qué lo digo). En conclusión, no se cuidaron ninguno de los tres aspectos, convirtiéndola en una comunicación negativa. El propósito que la mamá tenía era que el hijo hiciera algo, pero por su forma de pedirlo es claro que esto no se consiguió, porque no lleva a Juan a cooperar ni a obedecer, sino por lo contrario, no hará lo que su mamá le pide, dándole gusto siendo un flojo y egoísta, como ella lo llamó.

¿Cómo dialogar con ellos para mejorar continuamente nuestra relación y comunicación?

Es con el diálogo asertivo y amoroso que lograremos acercarnos y unir a nuestra familia. Es este el que nos permitirá descubrirnos, amarnos y respetarnos, encontrando juntos un camino común. El diálogo padres e hijos es de corazón a corazón. Somos nosotros los padres, los primeros y únicos responsables de las relaciones y la comunicación que se dé dentro de nuestra familia. Porque somos nosotros los que les enseñamos a dialogar a los hijos a través del ejemplo que les damos día con día. Pueden más los hechos que las palabras.

Dentro de la familia encontraremos una serie de obstáculos que nos impiden dialogar, que nos alejan, como son: la televisión, las actividades profesionales y sociales que nos dejan poco tiempo, el miedo a darnos a conocer tal cual somos, el desánimo que se siente al ver que nunca se les da gusto –sobre todo a los hijos adolescentes–, etc. Es importante que cada uno hagamos un análisis profundo, buscando encontrar qué es lo que obstaculiza en mi hogar el diálogo. Una vez que lo identifiquemos, hay que trabajar juntos para evitarlo o resolverlo.

Para que exista diálogo padre e hijo es necesario que la iniciativa sea nuestra, estando siempre abiertos y disponibles para ellos. Contándoles nuestras experiencias, errores, problemas, en una palabra, lo que sentimos y pensamos. Solo dialogaremos si nos acercamos a platicarles de nosotros y nos interesamos en sus cosas. Estar siempre dispuestos a escucharlos es la mejor forma de demostrarles nuestro interés y amor.

Cuando los hijos no nos admiran o respetan, no tienen el deseo de contarnos sus cosas o de que nosotros lo hagamos. Es importante ser modelos para nuestros hijos, nunca exigir más de lo que ofrecemos, porque esto genera rabia. Un gran diálogo solo se da entre personas que se respetan y se admiran.

Veamos ahora un ejemplo de diálogo amoroso y asertivo entre padres e hijos:

La madre de Lucía se entera que ella le mintió con respecto a lo que haría esa tarde. Le habla al esposo para comentarlo, quedan de acuerdo en que, en la noche, a solas, platicarán con ella.

Papá: Siéntate por favor. Nos gustaría platicar contigo.

Lucía: Sí, ¿qué pasa?

Mamá: Sabes que para nosotros tenerte confianza es muy importante, ¿verdad?

Lucía: Claro que lo sé, pero ¿qué pasa?

Papá: Que nos encantaría que nos dijeras con quién fuiste al cine.

Lucía: Pues con mis amigas.

Mamá: Nos parece que es el momento que digas lo que realmente pasó, ¿no crees?

Lucía: Sí, perdón, no fueron mis amigas. Fui con Emilio, un amigo.

Papá: ¿Cómo crees que nos sentimos ante tu mentira?

Lucía: Perdón, es que me moría de ganas de ir y pensé que me iban a decir que no.

Mamá: ¿Te das cuenta que si nos mientes lo único que vas a conseguir es que no te tengamos confianza? Nos podrías haber dado la oportunidad de darte una respuesta y las razones de ella…

Este diálogo es asertivo y eficaz, porque se cuidó el qué, el cómo y el para qué. Además de que cumple con todas las características necesarias, que son:

• Oportuno, pensaron y esperaron el mejor momento para llevarlo a cabo.

• Respetuoso, se trataron como amigos y no se ofendieron.

• Sereno, confiaron que todo iba a estar bien y no dramatizaron.

• Concéntrico, entraron al tema poco a poco, para no violentarlo.

• Provocador, la llevan a reflexionar su conducta y consecuencias.

• Alternado, hubo tiempo de hablar y de escuchar.

• Valiente, fueron firmes, pero comprensivos, diciendo lo que sintieron y la consecuencia.

• Franco, se habló con la verdad y sin máscaras.

• Cálido, se demostraron en todo momento cariño.

Los padres somos los maestros de la vida, y es por esto que digo: “dime cómo dialogas y te diré cómo se relacionan tus hijos dentro de tu familia y fuera de ella.

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