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Antídoto contra el resentimiento

María lleva cinco años de haber roto la relación con su hermano Juan. Siempre que habla del tema vuelve a contar con lujo de detalles lo sucedido, lo recuerda tan bien que pareciera que le acaba de suceder. Cuando se lo encuentra en algún lugar vuelve a sentir todo, como en el momento de la ofensa y le amarga el día.

Hace unos días, mientras leía, encontró una frase que decía: “El resentimiento es un veneno que me tomo yo esperando que le haga daño al otro”. La cual le hizo reflexionar todo el daño que ella se estaba haciendo con ese sentimiento. Se dio cuenta que no quería seguir cargando con ese rencor, porque le pesa demasiado y no le permite avanzar y vivir feliz. Pero ¿Qué puede hacer para dejar de envenenarse con el resentimiento? Pues aplicar un antídoto, como lo haríamos ante cualquier veneno.

El único antídoto que sirve para el rencor y el resentimiento es el perdón, es lo único que va evitar que el veneno nos siga haciendo daño.

El perdón no es otra cosa que querer eximir al otro de la deuda moral que tiene con nosotros, es decir, que deje de ser nuestro deudor y querer olvidar la ofensa.

Si María desea perdonar a su hermano tendrá que dejar de platicar de la ofensa a cada momento, y cuando lo vea y empiece a recordar, tendrá que frenar esos pensamientos y sustituirlos por algo que le agrade de él o de la situación, para ir sustituyendo los sentimientos negativos con sentimientos positivos. Si al verlo piensa: “ya llego el egoísta y egocéntrico número uno”, estará alimentando los sentimientos negativos y estos crecerán. Pero si en cambio cuando lo vea piensa: “me gusta cómo le enseñó a su hijo a tratarme con cariño”, alimentará los sentimientos positivos. Al perder protagonismo los sentimientos negativos se irán diluyendo poco a poco, hasta que se olviden y la herida sane.

En conclusión, perdonar no es olvidar, es querer olvidar y permitir que la herida sane y deje de doler, aunque veamos la cicatriz. El perdón no depende de que el otro me lo pida, es una decisión personal, independientemente de lo que el ofensor haga.

Por Marisol Gómez

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