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Diabetes, genética y hábitos aprendidos.


Diabetes, genética y hábitos aprendidos.

La diabetes es una enfermedad en la que el cuerpo no produce suficiente insulina o no la usa bien, lo que provoca que se acumule demasiada azúcar en la sangre. Existen varios tipos de diabetes, pero la más común es la diabetes tipo 2, que suele aparecer en adultos, aunque también puede presentarse en jóvenes.

Uno de los factores más importantes que influyen en la aparición de la diabetes tipo 2 es la genética. Esto quiere decir que, si uno o varios familiares cercanos tienen diabetes, una persona tiene un mayor riesgo de desarrollarla. No es que herede la enfermedad como tal, sino una mayor predisposición a tenerla. Los genes pueden afectar la forma en que el cuerpo responde a la insulina o la manera en que controla los niveles de azúcar.

Sin embargo, la genética no es el único factor. Muchas veces, los hábitos y el estilo de vida que se tienen dentro de una familia también juegan un papel muy importante. Por ejemplo, si en casa se acostumbra a comer muchos alimentos ricos en azúcar, harinas refinadas o comida frita, y si se lleva una vida con poca actividad física, eso también aumenta el riesgo de desarrollar diabetes. Lo mismo ocurre si se pasan muchas horas frente a pantallas o si se duerme mal.

Por eso se dice que los hábitos también “se heredan”, aunque no a través de los genes, sino por lo que se aprende desde la infancia. Los niños tienden a comer lo que comen los adultos, a moverse igual que ellos y a seguir las mismas rutinas. Así, si en una familia con antecedentes de diabetes también hay malos hábitos alimenticios o poco ejercicio, el riesgo se vuelve aún mayor.

Pero la buena noticia es que la diabetes tipo 2 se puede prevenir o retrasar, incluso si hay antecedentes familiares. La clave está en adoptar hábitos saludables: llevar una alimentación balanceada, rica en frutas, verduras, legumbres, granos enteros y agua natural; hacer actividad física todos los días, aunque sea caminar; evitar el consumo frecuente de refrescos, dulces y comida procesada; y mantener un peso adecuado.

También es muy importante acudir al médico regularmente para revisar los niveles de azúcar en la sangre, especialmente si hay familiares con diabetes. Detectar a tiempo cualquier cambio puede ayudar a tomar medidas antes de que la enfermedad avance.