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Todos debemos medirnos el colesterol

Es un hecho más o menos conocido que el HDL es el colesterol “bueno” y el LDL es el “malo”. La función principal de las LDL es liberar ácidos grasos y colesterol para distribuirlos en el cuerpo. Sin embargo, al hacerlo, los lípidos pueden adherirse y penetrar la superficie interna de los vasos sanguíneos (endotelio) y en ciertas circunstancias, iniciar un proceso llamado aterosclerosis, las famosas placas en las arterias, que al paso del tiempo pueden causar una disminución en el flujo de sangre a través de las arterias. Las partículas de HDL, por el contrario, “recogen” ácidos grasos y colesterol, limpiando las arterias de lípidos.

Para que la grasa se pueda depositar en el endotelio, este tiene que ser susceptible, es decir que no funcione como “teflón” que rechaza el depósito de grasas. Esto puede suceder por factores como el tabaco, la hipertensión, factores oxidantes o el exceso de insulina, entre otros.

Además, estudios epidemiológicos han relacionado la dieta occidental con niveles altos de colesterol, proporciones altas de LDL y bajas de HDL, y esto produce un incremento en el riesgo cardiovascular.

Se recomienda que los adultos menores de 40 años y sanos se realicen un perfil de lípidos cada 2 a 3 años, y que lo hagan cada año cuando son mayores de 40 años o presenten diabetes y/o hipertensión arterial.

El desarrollo de la aterosclerosis y las enfermedades vasculares es lento y necesita muchos años de malos hábitos para llegar al punto en el que se lesionen las arterias, pero es prevenible si se detecta y trata a tiempo, por lo que se recomienda realizar un primer perfil de lípidos entre los 9 y los 11 años.

Durante los últimos 10 años, tanto los avances en el conocimiento, como el imparable aumento de la obesidad a todas edades, ha dejado claro que la aterosclerosis inicia antes de los 20 años, y esto ha llevado a revisar las recomendaciones para el monitoreo de lípidos en adultos y en niños. Esto fue reforzado, entre otros, por un estudio reciente en gran parte de la población de Texas, donde se encontró que uno de cada tres niños a los que se les realiza un perfil de lípidos de rutina en clínicas pediátricas de atención primaria, tienen niveles de colesterol considerados altos o moderadamente altos. Esto es particularmente cierto en niños con sobrepeso u obesidad, y el riesgo de que desarrollen placas de ateroma en su vida adulta es muy alta.

La revisión del 2013 recomienda realizar un estudio de lípidos que incluya colesterol total, HDL y lo que se agrupa como No HDL (LDL, IDL y VLDL) en todos los niños de 7 a 9 años, y luego repetirlo entre los 18 y 21 años.

La razón de esto y de la edad tan temprana para iniciar la búsqueda es doble:

1. Por un lado, es útil para buscar trastornos hereditarios de los lípidos, como las mutaciones del receptor de LDL que causa hipercolesterolemia familiar, un trastorno genético que se caracteriza por niveles altos de colesterol a partir de la infancia.

2. Si se detectan niveles limítrofes o alterados de HDL y LDL existe el riesgo de que a largo plazo se desarrolle una dislipidemia franca y se inicie el proceso de aterosclerosis, con todas sus consecuencias.

Recordemos, la medicina preventiva siempre es más barata y efectiva que la curativa.

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