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Sexo en la tercera edad

Por Jorge López

Así como la vida recorre su tiempo y se van acumulando velas en el pastel de cumpleaños, también ocurre que en la cotidianeidad de cada individuo se proclaman experiencias pasadas, así como nuevas expectativas para el futuro. Sin embargo, la reflexión en torno al sexo en combinación con la vejez no se ha llevado a muy buen término. De hecho ¿Quién no considera a un viejo con deseo sexual como un “rabo verde”? Es así como hemos llegado a la edificación de un tabú sobre el final de la vida sexual con la llegada de la vejez; no obstante es imperativo que derribemos esta falsa concepción, que sólo nos abrumará hasta el momento en que cada uno de nosotros alcancemos dicha situación.

Es cierto que en gran medida las relaciones sexuales pueden concluirse ya sea por voluntad propia, por impedimentos fisiológicos, por religión, o bien por pretensión de celibato; pero no por ello tienen que terminar debido a razones exteriores o por prejuicio social. Para el sexo no hay edad. Varía y cambia sin lugar a dudas.

Pero muchos especialistas confirman que los adultos mayores también pueden disfrutar de una sexualidad plena, siempre y cuando se tengan en cuenta unas pautas. Por ejemplo: hay medicamentos indicados para la hipertensión o el colesterol que, en su ingesta, pueden afectar la libido y provocar trastornos sexuales. Así mismo, otro factor decisivo en el deseo sexual es la depresión, la cual es causada en ocasiones por cierto tipo de medicación.

Al transcurrir el tiempo, el cuerpo va sufriendo variados cambios físicos y psicológicos. Con la edad, la actividad sexual se centra más en el estímulo y por ello se necesita ir más allá de la denominada “genitalidad”. En las mujeres, con la menopausia se pierde la lubricación y en los hombres la andropausia puede provocar una disminución en la respuesta orgásmica, por lo que es necesario la erotización de todo el cuerpo, encontrar y acariciar las zonas erógenas. Las caricias, las miradas, los encuentros íntimos, pasar tiempo con el otro, tomarse de la mano y los mimos son sumamente influyentes en las actividades sexuales. Si bien es un derecho no querer tener relaciones con penetración, ya que es sumamente conocido que el deseo tiene que ver con la vitalidad, por eso es imperante la necesidad de establecer nuevos pactos y respetar las nuevas necesidades, sin perder la intimidad.

Coincidimos, pues, que la sexualidad en la tercera edad depende de cómo fue la vida sexual en los años anteriores. Si se tuvo una vida sexual activa, no hay nada que temer. Y si el problema es el aburrimiento, hay que apelar a la creatividad. Por ende, no hay que perder la intimidad, sino que es necesario variar la situación, ya sea utilizando distintas lencerías, estimuladores, juguetes, juegos, terapias sexuales, o bien todo aquello a lo que apunte la imaginación.

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