imagen del artículo Monte Albán

Monte Albán

Monte Albán es una de las zonas arqueológicas del Estado de Oaxaca y una de las primeras ciudades ceremoniales más destacadas de Mesoamérica, fundada aproximadamente en el año 300 a. C. Fue en 1931 cuando el arqueólogo mexicano Alfonso Caso inició las excavaciones y la restauración del sitio. El trabajo se dividió en 18 etapas y fue concluido en 1953.

Las edificaciones de Monte Albán se elevan sobre la cima de una montaña, a casi 2,000 metros sobre el nivel del mar. Esta ciudad fue el centro político-ceremonial de la cultura zapoteca y su ubicación estratégica permitió a sus habitantes dominar el valle y sus inmediaciones. Los zapotecas conquistaron extensos territorios, que tocan zonas de lo que hoy conocemos como Puebla, Guerrero, Chiapas y Veracruz. Hoy sabemos que en cada uno de estos lugares los zapotecas crearon confederaciones de pueblos que eran gobernados por una oligarquía sacerdotal y militar.

Las dos culturas prehispánicas más importantes que la habitaron fueron los zapotecas –quienes realizaron la construcción íntegra del sitio– y los mixtecas. Se sabe que en las primeras épocas los zapotecas tuvieron contacto con grupos mayas de Chiapas y Guatemala, asimismo estrecharon un fuerte vínculo con la ciudad ceremonial de Teotihuacan, donde incluso se estableció un barrio zapoteca.

En la última fase, hacia el año 750, los mixtecas invadieron el sitio y dominaron a los zapotecas que quedaban, las dos culturas se fusionaron. Entonces los pobladores se dedicaron a desarrollar actividades como la agricultura y el comercio, utilizaron la escritura y el sistema de numeración zapoteca y destacaron como artistas al realizar hermosos códices, tallas en piedra, madera y el trabajo con metales y piedras.

Monte Albán es reconocido por la armonía que logran el paisaje y su monumental arquitectura. Destacan la belleza de sus piedras talladas con representaciones de sacerdotes ricamente ataviados –ellos eran los encargados de la religión, la política y la guerra– las urnas de cerámica donde se contenían los restos humanos, y que eran pintadas con la figura de un animal sagrado, así como otros motivos religiosos colocados en las casi doscientas tumbas que hasta hoy se han descubierto.

Monte Albán era también una importante necrópolis, donde los trabajos artísticos realizados en cada tumba no tenían otro fin que el de facilitar el camino a la vida que –de acuerdo con su cosmogonía– seguía después de la muerte, para ellos los muertos no habían muerto del todo, vivían de otra manera y en un lugar distinto, Yobaá –el país de abajo– una especie de paraíso. Un perro era enterrado con el difunto pues, según sus creencias, el animal encontraría el camino correcto entre los intrincados mundos debajo de la tierra.

La elevada ubicación y el equilibrio arquitectónico del conjunto en general, y de las edificaciones en particular, han hecho que Monte Albán sea considerado por los especialistas representante del urbanismo mesoamericano, caracterizado por el dominio de los espacios abiertos y la utilización de elementos como escalinatas, plataformas y basamentos.

También te puede interesar