Artículo proporcionado por Mente Nómada
Sofía Rodríguez
Mariana Sáenz A.
La memoria y las palabras en un espacio terapéutico
A veces las personas van a terapia buscando un lugar para un recuerdo que ya no pueden sostener, porque paralizaría la vida. Es un espacio para recordar, volver a pasar por el corazón y arriesgarse a la palabra. Las palabras, al decirse en voz alta, convocan a otras palabras, imágenes, sonidos y afectos, que juntos abren nuevos sentidos. Así la memoria respira, deja de ser una lápida y permite seguir viviendo.
En busca de un espacio terapéutico
A veces las personas van a terapia buscando un lugar para aquello que fue significativo, pero que necesitan dejar ir o sanar. Con los objetos, aunque con serios retos socioambientales, quizás es más fácil. Al estilo de Marie Kondo nos preguntaremos: “¿esto me hace feliz?” Y si no es así, tendremos que agradecerle su servicio y decidir si lo donamos, lo regalamos, lo vendemos, lo reciclamos, lo tiramos a la basura…
Pero ¿Qué hacer cuando para lo que necesitamos encontrar un sitio es algo abstracto? ¿Cómo se le da un lugar a lo que no ocupa espacio, pero sí tiempo y afectos? A terapia las personas llevan recuerdos, sueños, preguntas, miedos y anhelos, para darles un lugar, transformarlos, y así también transformarse a sí mismos.
¿Cómo es un proceso terapéutico, cuando perderse también es camino?
A veces las personas van a terapia porque la verdad se ha vuelto tan densa, tan redonda, tan amplia, que ya no permite el movimiento y la vida. Cuando ya hemos agotado todas las posibilidades, “perderse -como escribía Lispector- también es camino”.
Perderse es contraintuitivo, y más aún en estos tiempos, donde hay que ir muy rápido, no importa a dónde; producir por producir, y tener una vida Instagrameable. En la época de las metas, puede resultar absurdo invitar a perderse. Perderse no nos da la garantía de encontrar ninguna verdad, pero puede ser profundamente liberador. Perderse puede que no nos dé respuestas, pero sí nuevas preguntas y puntos de vista para seguir caminando.
¿Por qué ir a terapia?
El espacio de escucha analítico tiene que ver con buscar un espacio para nosotros mismos. Esto puede tener miles de causas o motivos, que pueden ser muy personales y relacionados con situaciones y contextos muy particulares.
Buscamos un espacio terapéutico cuando algo nos incomoda, se genera algo que causa tensión o cierto displacer. Este espacio ofrece un ámbito seguro, en donde la persona será capaz de buscar qué es esto que está generando dolor, y trabajarlo con el analista.
Buscar una terapia o análisis tiene que ver con buscar un espacio en el que podamos pensarnos de forma distinta a lo que hemos estado haciendo, porque estamos construidos por discursos, historias, relaciones, emociones, interacciones, pensamientos; cuando vamos a terapia algo de esto está anudado, ha dejado de funcionarnos y necesitamos reconstruirlo de una forma distinta, para poder sentirnos mejor.
Un espacio analítico ofrece un lugar en el que podremos preguntarnos cosas, y desde nuestra libertad y subjetividad podremos ir tejiendo las respuestas que nos hagan sentir dispuestos a asumir el deseo, las consecuencias y responsabilidades de nuestras acciones.
¿Cómo saber qué corriente terapéutica es la que me conviene?
Lo más importante es encontrar un espacio en el que te sientas cómodo, el espacio terapéutico es algo muy personal, y lo que les funciona a algunos no les funciona a otros, aunque estén pasando por circunstancias o problemáticas similares.
Un punto primordial es verificar que la persona que funge como terapeuta o analista está bien preparado y capacitado para acompañarte. La confianza será un factor importante para tu trabajo terapéutico.
Cada corriente tiene sus propias técnicas y especificidades, así como metodologías de trabajo, lo importante de un espacio terapéutico es encontrar y construir un espacio en el que te sientas seguro, cómodo y escuchado.
La relación que se construye entre cada terapeuta y su paciente es única, y esta relación, como todas, pasa por muchas fases, incluso esta relación también puede tensarse, como parte del proceso terapéutico.
Es posible que en algún momento alguna corriente o un terapeuta o analista nos funcione y, en otro, deje de hacerlo, y es válido cambiar de espacio o buscar en dónde te sientas cómodo.
Soluciones rápidas y permanentes
Muchas veces, cuando algo nos hace sentir mal o estamos sintiendo que por alguna razón debemos de buscar un espacio terapéutico o analítico, tendemos a buscar la forma más rápida, y tristemente muchos se aprovechan de esto ofreciendo soluciones milagrosas. Sin embargo, el tiempo psíquico es otro y muchas veces deshacer los nudos o las tensiones que nos generan incomodidad o dolor lleva tiempo, y son procesos en donde debemos entrar a buscar todos los hilos que componen el nudo, y en algunas sesiones salen muchos sentimientos no placenteros y que nos cuesta hablar de ellos.
El espacio terapéutico se regula bajo otros tiempos y es una apuesta a preguntarnos cosas y a tejer respuestas desde nuestra subjetividad. Es una apuesta a sanar, a perdernos para disfrutar el camino, a plantearnos nuevos horizontes, a cuestionar y replantearnos el pasado para apostar a un nuevo porvenir.
Si yo sé lo que tengo que hacer, ¿para qué voy a terapia? El terapeuta no me dice nada…
La terapia no es un espacio en donde podemos encontrar recetas o el terapeuta nos va a decir qué hacer. El espacio analítico o terapéutico es un espacio en donde lo importante es preguntarnos, e irnos dando cuenta de las respuestas que damos a estas preguntas. Dejar de dar las cosas por hecho y cuestionarlas nos ayuda a ocupar espacios, asumiendo las consecuencias de nuestras posiciones frente a la vida.
La terapia es un espacio para ir reconstruyendo las palabras, los discursos y las historias que nos contamos a nosotros mismos; por eso lo importante no es que el terapeuta me dé un remedio para el mal, sino que me ayude a escucharme, a darme cuenta de esas cosas que de pronto mis afectos no me dejan ver.
El propósito de este espacio no es adquirir consejos, sino deconstruir certezas, cuestionar memorias, resignificar experiencias a través de la palabra. La escucha terapéutica tiene que ver con una escucha sin juicios y sin estereotipos. Un espacio para desanudar los sentidos y construir otras posibilidades.
¿Para qué ir a terapia si tengo amigos?
Para qué ir a terapia si tengo amigos que les cuento todo y son sinceros conmigo… la figura del terapeuta no es lo mismo que un amigo. Los amigos muchas veces están sesgados por los afectos que puedan tener de nosotros o incluso porque ellos tienen sus propias experiencias sobre nuestros problemas.
La escucha de un terapeuta o analista es distinta a la de un amigo. Un terapeuta no da consejos, porque lo que a una persona podría funcionarle a otra probablemente no le funcione. Cada persona es el mejor experto en su propia vida, y un terapeuta puede ayudarle a reconocer ese saber que ya tiene. Puede hacer preguntas que inviten a considerar diferentes perspectivas, señalamientos que ayuden a prestar atención a lo que está ahí, pero no vemos y mostrar puntos ciegos. Así, en un espacio sin consejos ni juicios, podemos decidir cuál es la mejor opción para nosotros mismos y asumir la responsabilidad de este cambio.