Distonía: Movimientos involuntarios del cuerpo.
La distonía es un trastorno del movimiento que causa contracciones musculares involuntarias y repetitivas.
Estas contracciones hacen que una parte del cuerpo adopte posturas anormales o movimientos retorcidos, que pueden ser dolorosos o interferir con las actividades diarias. Puede afectar a una sola parte del cuerpo, como el cuello o una mano, o ser más generalizada y abarcar varios músculos al mismo tiempo.
La distonía ocurre porque hay alteraciones en el funcionamiento del sistema nervioso, especialmente en una zona del cerebro llamada ganglios basales, que controla los movimientos. En algunos casos, la causa exacta no se conoce.
Puede ser primaria (idiopática), cuando no hay otra enfermedad que la explique, o secundaria, cuando aparece como consecuencia de otra afección, como un daño cerebral, un accidente vascular, una infección, exposición a ciertas toxinas o el uso prolongado de algunos medicamentos que afectan el sistema nervioso. También existen formas hereditarias, que se transmiten dentro de las familias.
Los síntomas varían según la parte del cuerpo afectada. Entre los más comunes se encuentran:
- Movimientos involuntarios o espasmos musculares.
- Posturas anormales, que pueden ser intermitentes o constantes.
- Dolor o rigidez muscular.
- Dificultad para realizar movimientos precisos, como escribir o hablar.
Algunas personas notan que los síntomas empeoran con el estrés, el cansancio o los movimientos repetitivos, y mejoran al relajarse o dormir.
El diagnóstico de la distonía lo realiza un neurólogo, con base en la historia clínica y la observación de los movimientos. En algunos casos se solicitan estudios de imagen, como una resonancia magnética, para descartar otras enfermedades. También pueden hacerse análisis genéticos, si se sospecha una forma hereditaria. No existe una prueba única que confirme la distonía, por lo que el diagnóstico se basa principalmente en la evaluación médica.
El tratamiento está orientado a aliviar los síntomas y puede incluir medicamentos, terapia física y otras alternativas. El apoyo médico, psicológico y familiar es importante. Con un tratamiento adecuado, muchas personas logran controlar los síntomas y llevar una vida activa.
